Para cualquiera que desconozca la sucesión de acontecimientos esto que aquí escribo podría asimilarse como si de un episodio de Juego de Tronos se tratara, pero lo que viene después, es decir, la formación de la cultura e idiosincrasia andaluza, resulta prácticamente imposible de explicar al menos tal y como yo lo siento.
» Y sepa su excelencia don Rodrigo Jiménez de Rada, arzobispo del Primado de Toledo, que lo que hoy se abren aquí son las puertas del Andalucía». Frase atribuida a Alfonso VIII de Castilla.
No se ha hecho aún ninguna película, pero a modo de la batalla inicial en Germania en Gladiator o la batalla de Gaugamela en Alejandro Magno, bien podría hacerse una no menos épica y espectacular con la que tuvo lugar en el gran llano de la Losa que nosotros conocemos como la llanura o la Nava de Tolosa el 16 de julio de 1212. Es en ese momento cuando nace o comienza a gestarse Andalucía. Lo anterior a eso es lo que sucedió en un espacio geográfico: Tartessos, la Bética, Al Andalus y los almohades y almorávides. El nacimiento de la castellana Andalucía, escalón o paso previo a América nació ahí.
Había llegado procedente de Toledo la gran coalición cristiana encabezada por el rey Alfonso VIII de Castilla. Entre todos los integrantes había castellanos, navarros, aragoneses con su rey Pedro II al frente, portugueses, leoneses, ultramontanos (gentes procedentes de más allá de los Pirineos) y por supuesto miembros de las siempre ansiosas órdenes militares de Santiago, Calatrava, San Lázaro, San Juan y del Temple. La necesidad de tierra, el espíritu de reconquista y el fomento visceral del Papa Inocencio III había hecho que los reinos hispánicos cristianos decidieran plantar cara en campo abierto al temido Imperio Almohade que se extendía hasta más allá del Atlas. El punto de encuentro sería la gran llanura que en toda Sierra Morena se conocía como el llano de la Losa y que posteriormente cambiaría su nombre a la Nava de Tolosa o las Navas de Tolosa, una gran planicie en la que la batalla campal sería librada por enésima vez entre la cruz y la media luna. Al otro lado la infantería marroquí, los voluntarios andalusies, la caballería almohade, los arqueros turcos y la temida guardia negra del Califa compuesta por fanáticos soldados-esclavo procedentes de Senegal ya se encontraba perfectamente dispuesta para afrontar el decisivo paso que haría que la Historia se inclinara en favor de un bando u otro.
El resto ya es historia. Como suele ser habitual en estos tiempos, se cuentan las causas y las consecuencias de las guerras pero no el desarrollo de las mismas. En este caso, la consecuencia fue la castellanización y cristianización de un área geográfica. Y a partir de aquí y en una sucesión vertigionosa de acontecimientos las principales ciudades fueron cayendo, los mudéjares fueron siendo expulsados al campo o invitados al exilio y el entramado urbano se fue repoblando de castellanos y navarros fundamentalmente. Todo el valle del Guadalquivir sufre esta transformación mientras que al este del valle no existe aún Andalucía porque pervive el reino nazarí de Granada, que no claudicará ante Castilla hasta más de dos siglos después de las Navas. Este punto es fundamental para entender las diferencias entre lo que es hoy la Andalucía occidental y la Andalucía oriental.
Cualquier andaluz con criterio tiene un millón de motivos por los que enorgullecerse de su tierra y otros tantos por los que avergonzarse. Yo creía que esto era propio de lo andaluz, pero lo cierto es que nadie en ningún punto terrestre podría tirar la primera piedra en este aspecto.
A Andalucía se la sufre, no se la vigila ni se la atempera porque es libre, porque no es occidente pero no es oriente y le cuesta ser positivista europeísta pese a muchos empeños, porque como territorio visagra que es se resiste a homologarse, porque es un crisol y su esencia no se puede explicar a nadie que no haya bebido de sus aguas. Qué dificil resulta al no andaluz entender que Andalucía va por otro camino, que vive en otra dimensión y hará lo que ella quiera y cuando quiera.
Escribe Juan Ramón:
¡Venid, siglos venideros,
tened! Y ahora, huid, volad,
que ya os volveré a cojer
antes de vuestro final.
El arte era democrático y anárquico; se mezclaba y se confundía, se fecundaba y se prometía, se reía, se movía, se jodía y se volvía a fecundar. Al final produjo un hálito sólo aprehendible a los iniciados, a los practicantes de estados alterados de conciencia que comulgando sincréticamente en el valle del Guadalquivir, accedieron a beber de la fuente andaluza. Nadie jamás pronunciará su nombre y nunca podrá definirse porque como dice el Tao (en lo andaluz) «aquello que puede decirse no es».
Cuando Celaya escribe que «Por la orilla de lo eterno, con los brazos extendidos, voy suspirando, llorando, aun no sé por qué motivo» yo lo imagino paseando por Andalucía asomado al Atlántico pero sin perder de vista el mar de Alborán, porque se trata de vivir en una cosmogonía alternativa como si Hesíodo hubiera sabido que por encima del mundanal ruido y las banalidades cotidianas existe Andalucía y su vida celeste.
Qué de acuerdo estoy con Pérez Reverte cuando hablaba de la Sevilla de los yonkis y las putas, del encanto burlón y la mística incomprensible para el que no sea andaluz. Entiendo perfectamente que abomine de esa otra Andalucía que se quiere homologar como folclórica asimilada, chistosa obligada, aristocrática y rancia llena de ferias y certámenes que representan cualquier cosa menos la esencia estoica de Lo Andaluz con mayúsculas.
En una conversación de las que mantengo casi a diario Andalucía me dice: «Adelante, hablad de mí, reiros de mí, yo estoy aquí para que me sigáis amando, para alegraros las vidas, para que siempre tengáis un lugar al que ansiar vivir. Cualquier cosa menos ser olvidada, yo fluyo a través de los siglos como el Punjab, como Pasagarda, como cuatro lugares escogidos en el mundo a los que el ser humano siempre querrá regresar»
Así que Día de Andalucía y fronteras como inventos políticos aparte, viva el valle del Guadalquivir y todo lo que de él ha nacido porque en Andalucía, como dice de nuevo Juan Ramón, siempre seguirán los pájaros cantando:
Se morirán aquellos que me amaron
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y lejos del bullicio distinto, sordo, raro
del domingo cerrado,
del coche de las cinco, de las siestas del baño,
en el rincón secreto de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu de hoy errará, nostáljico…
Y yo me iré, y seré otro, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando.